A las personas que este pasado 2024...

Unas palabras desde el cariño y la reflexión.

by Sonia de Maré



La magia de la disciplina 

¿superpoder o hábito sencillo?

¡Hablemos de la disciplina! 

 

Esa palabra que suena como una especie de superpoder inalcanzable o como algo reservado solo para las personas súper organizadas. Pero, ¿sabes qué? La disciplina no es tan misteriosa ni tan exclusiva como parece. Es más, todos la tenemos, solo que algunos la cultivamos un poco más que otros.

 

¿Qué es realmente la disciplina?

 

Imagina que tienes un sueño o una meta que quieres alcanzar. Puede ser correr una maratón, aprender a tocar la guitarra, o incluso terminar una serie sin hacer trampas con los spoilers.

 

La disciplina es esa capacidad de hacer pequeñas acciones todos los días, aunque a veces no tengas ganas, para llegar a ese objetivo. Es como plantar una semilla y regarla cada día, incluso cuando llueve o cuando hace mucho calor. Al final, ¡la planta crece!

 

A veces, creemos que para ser disciplinados necesitamos estar súper motivados todo el tiempo. Y déjame decirte algo: la motivación va y viene. 

 

Hay días en los que te despiertas con ganas de comerte el mundo, y otros en los que no quieres ni levantarte de la cama. Y está bien, ¡es normal! La disciplina, en cambio, es como un motor que sigue funcionando incluso cuando la motivación decide tomarse un descanso.

 

Muchas personas piensan que la disciplina requiere grandes sacrificios o cambios radicales. Pero en realidad, se trata más de constancia que de intensidad. No tienes que correr 10 kilómetros el primer día si quieres mejorar tu forma física; con que camines 20 minutos al día, ya estás avanzando. Lo importante es ser constante y no rendirse ante las primeras dificultades.

 

¿Cómo ser más disciplinado?

 

Aquí te dejo algunos trucos que me han funcionado:

 

Hazlo simple: Si te propones metas muy complicadas, te vas a frustrar rápido. Empieza con algo pequeño y fácil de lograr.

 

Crea una rutina: La disciplina se fortalece cuando tenemos hábitos. Si todos los días dedicas un ratito a lo que quieres mejorar, llegará un punto en el que lo harás casi sin pensarlo.

 

Date una recompensa: No está mal celebrarte cuando logras mantener la disciplina. Eso te ayudará a seguir adelante y a mantener la motivación.

 

Sé paciente contigo mismo: Habrá días en los que te salgas del camino. No pasa nada. Lo importante es volver a intentarlo, sin culpas.

 

¡Ojo!, No confundamos disciplina con rigidez. 

 

Ser disciplinado no significa que tengas que hacer siempre lo mismo, a la misma hora, sin margen de error. 

 

A veces, necesitamos descansar, ajustar el plan o simplemente tomarnos un respiro. La disciplina también es saber cuándo parar y cómo retomar el ritmo.

 

Pero sobre todo, para mí, la disciplina es un acto de amor propio.

 

En el fondo, ser disciplinado es una forma de cuidarnos. Es elegir, día tras día, aquello que nos acerca a nuestras metas y que nos hace sentir bien con nosotros mismos. 

 

Es ese compromiso con nuestra mejor versión, sabiendo que, aunque el camino no siempre es fácil, vale la pena recorrerlo.

 

Así que la próxima vez que pienses en la disciplina, no la veas como una carga o una obligación. Vela como esa aliada que te ayudará a conseguir lo que quieres, paso a paso, sin prisas pero sin pausas.

 

by Sonia de Maré

 

 

La Serenidad

El Arte de Mantener la Paz Interior en Medio del Caos

La vida no es perfecta, y todos lo sabemos. 

 

Nos enfrentamos a problemas, a pequeñas frustraciones diarias, y a veces hasta a situaciones que parecen más grandes que nosotros. 

 

Sin embargo, entre toda esa maraña de emociones, preocupaciones y caos, hay un sentimiento fundamental que nos puede salvar el día a día: la serenidad.

 

La serenidad no es más que ese estado de calma en el que, aunque a tu alrededor las cosas parezcan complicarse, tú encuentras un rincón de paz interna. Es como estar en medio de una tormenta y saber que, aunque el viento sople fuerte, tú sigues firme y tranquilo.

 

¿Te ha pasado que, en medio de un día complicado, encuentras un momento en el que sientes que todo está bien? Tal vez es mientras tomas una taza de café, escuchas una canción que te gusta, o simplemente te detienes un segundo para respirar profundamente. Ese es un destello de serenidad. Y la buena noticia es que podemos cultivar más de esos momentos.

 

A veces, creemos que para sentirnos en paz necesitamos que todo a nuestro alrededor esté bajo control. Pero seamos sinceros, eso rara vez pasa. Siempre hay algo que no sale como lo planeamos: el tráfico, una discusión en casa, una preocupación por el trabajo. 

 

Sin embargo, la clave está en entender que la serenidad no depende de lo que ocurra fuera de nosotros, sino de cómo lo vivimos por dentro.

 

Vivir en serenidad no significa ignorar los problemas o vivir en una burbuja. Significa enfrentarlos, pero sin dejar que nos roben la paz. Significa darnos cuenta de que no podemos controlar todo, pero sí podemos controlar nuestra reacción ante lo que sucede.

 

Cuando cultivamos la serenidad, estamos construyendo una base sólida para nuestra salud emocional y mental. Es como el ancla que nos mantiene estables en medio del oleaje. A largo plazo, esta sensación de paz interior no solo nos ayuda a lidiar mejor con los problemas, sino que también nos permite disfrutar más de las pequeñas cosas. Al final, la vida no se trata de que todo esté perfecto, sino de encontrar ese equilibrio donde, a pesar de las dificultades, nos sentimos bien.

 

Así que, en esos momentos en los que sientas que todo se desmorona, recuerda: la serenidad está a tu alcance. A veces solo se necesita un respiro, un momento de pausa, para recordar que, aunque no puedas cambiar lo que pasa afuera, siempre puedes encontrar paz adentro.

 

Sereno no es quien nunca tiene problemas, sino quien ha aprendido a vivir en paz a pesar de ellos.

 

by Sonia de Maré



Confiar en los hijos

Confiar en los hijos: un acto de amor y valentía

A veces, como padres, la palabra "confianza" puede darnos miedo. Confiar en los hijos puede parecer como soltarles la mano en medio de un camino que no conocemos del todo.

 

Pero, ¿no es justamente eso lo que los prepara para la vida?

Desde que son pequeños, nuestros hijos nos miran buscando aprobación, preguntándose si creemos en ellos. Y aquí está la clave: confiar no significa que nunca se equivocarán, sino que les damos la oportunidad de aprender de sus errores. No se trata de soltarles completamente, pero sí de darles ese espacio para explorar, fallar y crecer.

 

Cuando confiamos, les estamos diciendo: "Creo en ti, sé que puedes manejarlo". Y esa frase, aunque no se la digamos directamente, la sienten. 

 

La confianza es como un regalo que les da seguridad y autonomía. Pero, ¿cómo hacerlo sin que nos invada el miedo? Porque claro, es difícil, ¡y más cuando los vemos tan vulnerables!

 

Primero, recuerda que ya les has enseñado todo lo que has podido. Desde los valores hasta cómo enfrentarse al mundo. 

 

Luego, dale valor a la comunicación. Pregúntales cómo se sienten, qué piensan, pero no les des todas las respuestas. Déjales descubrirlas. 

 

Y sobre todo, entiende que la confianza es un proceso, no se da de un día para otro. Se construye con pequeños gestos, con conversaciones, con dejarles tomar decisiones (aunque se equivoquen).

 

Confiar en ellos es confiar también en el trabajo que has hecho como padre o madre. No se trata de cerrarle todas las puertas por miedo, sino de estar ahí cuando necesiten un empujón para abrirlas.

 

Al final del día, confiar en nuestros hijos es un acto de amor y valentía. Y aunque nos tiemblen las piernas al hacerlo, ese es el regalo más grande que podemos darles.

 

by Sonia de Maré

 

 



La envidia

El veneno silencioso que nos amarga la vida

De todos los sentimientos que podemos experimentar, la envidia se lleva el premio a uno de los más tóxicos. 

 

Es como ese vecino chismoso que no deja de vigilarte desde la ventana, haciéndote sentir mal por cosas que ni siquiera importan tanto. 

 

Sí, todos lo hemos sentido en algún momento, pero ojo, que la envidia, cuando se instala, empieza a carcomer desde adentro. Y de ahí no sale nada bueno.

 

A ver, seamos realistas: ¿qué ganamos con la envidia? Nada.

Es un sentimiento que no solo no nos deja avanzar, sino que nos ata de pies y manos, impidiéndonos disfrutar de lo que ya tenemos. 

 

De repente, nada es suficiente, todo parece mejor en la vida de los demás, y nosotros nos quedamos con ese sabor amargo en la boca. 

 

Y lo peor de todo es que, a diferencia de otros sentimientos como la tristeza o el miedo, que nos hacen más humanos, la envidia nos saca una versión que no queremos ver: mezquina, resentida y desconfiada.

 

Lo peor de la envidia es que nos hace olvidarnos de nuestras propias bendiciones. Nos ciega. En lugar de alegrarnos por lo que hemos logrado o disfrutar de nuestras pequeñas victorias, solo pensamos en lo que el otro tiene y nosotros no. Y ahí es donde la envidia se convierte en un veneno. Porque, aunque no nos demos cuenta, ese resentimiento nos consume y afecta nuestra manera de ver la vida.

 

La envidia no solo nos hace sentir mal con nosotros mismos, sino que también puede dañar nuestras relaciones. ¿Cuántas amistades o familias se han roto por culpa de este sentimiento? 

En vez de alegrarnos por los éxitos de los demás, la envidia nos empuja a compararnos, a querer lo que tienen otros, como si eso fuera la clave para ser felices. 

 

Y ahí está el gran engaño: la envidia nunca nos llevará a la felicidad. Al contrario, es como echar sal a la herida.

 

Entonces, ¿qué hacemos con ella? Lo primero es reconocerla. Admitir que está ahí, porque negarla solo la hace más fuerte. Y luego, poner las cosas en perspectiva. ¿De verdad la vida de esa persona que envidiamos es tan perfecta? Spoiler: no lo es. Todos tienen problemas, inseguridades y miedos, pero solo vemos lo que quieren mostrar. 

 

Compararse con una fachada es la receta perfecta para la frustración.

 

La próxima vez que sientas la punzada de la envidia, respira hondo y recuerda: tu camino es tuyo, único e irrepetible. 

 

En lugar de perder el tiempo mirando lo que tienen los demás, ¿por qué no centrarte en lo que puedes mejorar en ti? 

 

La envidia solo será ese lastre que te frena, pero dejarla ir te libera, te permite crecer y avanzar hacia tus propios sueños.

 

by Sonia de Maré

 

 

El  miedo

Ese compañero que todos llevamos dentro

A veces lo sentimos como un nudo en el estómago, otras como una pequeña chispa en la mente que nos pone en alerta. 

 

El miedo, ese viejo conocido, está con nosotros más de lo que nos gusta admitir. Y aunque su mala fama lo pinta como un enemigo a vencer, la verdad es que no siempre es tan malo.

 

Desde que éramos pequeños, el miedo nos ha protegido de cometer locuras. ¿Te acuerdas de cuando te decían que no tocaras el fuego porque te podías quemar? Pues ahí estaba el miedo, recordándote lo que podía pasar. 

 

Nos ayuda a mantenernos a salvo, a pensar antes de actuar, y a veces hasta nos motiva a ser más fuertes.

 

Sin embargo, el problema aparece cuando el miedo se convierte en un compañero de viaje molesto, ese que no deja de hablar en tu oído y te frena cuando solo quieres avanzar. 

 

A todos nos ha pasado: no pedimos ese aumento de sueldo porque "¿y si me dicen que no?", o no nos lanzamos a esa aventura porque "¿y si sale mal?". El "¿y si?" es el mejor amigo del miedo, siempre poniendo escenarios catastróficos en nuestra mente.

 

Pero aquí está el truco: el miedo no desaparece, pero podemos aprender a convivir con él. No se trata de apagar esa voz, sino de reconocerla y decirle: "Gracias por la advertencia, pero yo me encargo". El miedo nos da la información, pero la decisión es nuestra.

 

La próxima vez que sientas ese nudo en el estómago, piensa en ello como una señal. No para detenerte, sino para recordarte que lo que viene es importante. Si no te diera un poquito de miedo, tal vez no valdría tanto la pena.

 

Porque al final, el miedo es solo una emoción más, una que nos recuerda que estamos vivos, que estamos desafiando nuestros límites. Así que, en lugar de huir de él, invítalo a caminar contigo. 

 

Quién sabe, tal vez te sorprenda y te muestre lo valiente que realmente eres.

 

 

by Sonia de Maré



¡El Aburrimiento Es Bueno!

(Así como lo lees, no te aburras aún)

Seguramente has experimentado ese momento en el que no sabes qué hacer, te sientes inquieto y miras al techo pensando en cómo salir de esa sensación tan incómoda que llamamos aburrimiento. 

 

Lo entiendo, ¡a todos nos ha pasado! Pero, antes de que huyas de él buscando distraerte con el teléfono o la tele, déjame contarte algo: el aburrimiento es necesario y puede ser tu mejor aliado.

 

¿Por qué necesitamos aburrirnos?

El aburrimiento tiene mala fama. Nos enseñan que siempre debemos estar ocupados, productivos o entretenidos. Pero lo que pocos nos dicen es que esos momentos de "nada que hacer" son la puerta a algo esencial: la creatividad y la introspección

 

Es en esos ratos de desconexión cuando nuestra mente empieza a divagar, a pensar en cosas que normalmente ignoramos y a resolver problemas de maneras que nunca se nos habrían ocurrido si no hubiésemos estado... ¡exacto, aburridos!

 

¡Es tiempo de salir del modo automático!

 

Estamos acostumbrados a vivir a mil por hora, siempre haciendo algo: redes sociales, series, mil cosas pendientes. No parar nunca puede volverse agotador. Entonces, ¿qué pasa cuando te aburres? Tu cerebro, que finalmente tiene un respiro, comienza a hacer su magia. Como un músculo que no deja de trabajar, el cerebro también necesita tiempo de inactividad para organizar ideas, reflexionar y pensar de manera diferente.

 

Aprendiendo a manejar el aburrimiento

 

El truco está en saber cómo manejarlo. No se trata de evitarlo a toda costa (lo cual es imposible, por cierto), sino de darle un buen uso. La próxima vez que te encuentres aburrido, en lugar de lanzarte a la distracción más cercana, intenta esto:

  1. Deja que tu mente divague: Esos pensamientos que parecen no tener sentido a veces esconden ideas geniales.
  2. Haz algo creativo: Pintar, escribir, cocinar una receta nueva, lo que sea. ¡Dale rienda suelta a tu creatividad!
  3. Reflexiona: Aprovecha para pensar en cómo te sientes, en tus metas o simplemente en cómo te ha ido últimamente.
  4. Desconéctate del "ruido": Las redes sociales son geniales para muchas cosas, pero también pueden ser una trampa para la mente. A veces, desconectar nos permite reconectar con nosotros mismos.

El aburrimiento también es fuente de nuevas ideas.

 

Muchos genios a lo largo de la historia han encontrado inspiración en los momentos de mayor monotonía. Desde Isaac Newton, que desarrolló la teoría de la gravedad mientras estaba aburrido bajo un árbol (al menos eso cuenta la leyenda), hasta escritores y músicos que encuentran su musa en los momentos más inesperados.

 

El aburrimiento puede ser el empujón que necesitas para explorar nuevos hobbies, cuestionarte cosas que no habías pensado antes o simplemente relajarte sin sentir culpa. En un mundo que nos exige estar activos y productivos 24/7, permitirnos no hacer nada y disfrutar del silencio es casi un acto de rebeldía.

 

Así que... ¡abúrrete con gusto!

 

En resumen: el aburrimiento no es tu enemigo, es un espacio para crecer. Cuando sepas que no puedes evitarlo, ¡acéptalo! Incluso puede ser más positivo de lo que piensas. Quizá, en uno de esos momentos aparentemente sin sentido, descubras algo maravilloso dentro de ti.

Al final del día, no hacer nada también es hacer algo... y ese algo puede cambiarlo todo.

 

¿Te has aburrido últimamente? ¿Cómo lo has manejado?

 

by Sonia de Maré

 

 

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